La interrupción del ayuno nocturno antes de iniciar las tareas diarias contribuye a establecer una situación metabólica más favorable desde el punto de vista fisiológico para poder desempeñar actividades físicas e intelectuales con mejores condiciones y con resultados más satisfactorios La actividad física y mental de una persona durante todo el día, está íntimamente relacionada con la ingesta de nutrientes adecuados durante el desayuno. Teniendo en cuenta que con el desayuno se aportan entre el 10 y el 30% de las ingestas nutricionales diarias, la omisión de esta ración favorece ingestas más bajas especialmente para nutrientes críticos como el hierro, el calcio, el magnesio, vitaminas A y B6 que no suelen compensarse por el resto de las raciones.
Los cereales de desayuno, una opción muy interesante
Un
desayuno equilibrado contribuye a un reparto más armónico de la ingesta energética a lo largo del día y proporciona además una ración de seguridad de ingesta
adecuada para muchos nutrientes.
Distintos estudios han puesto en evidencia que un desayuno rico en hidratos de carbono complejos contribuye de manera significativa a limitar la ingesta grasa total diaria. Siguiendo estas consideraciones, el perfil en la composición de un desayuno debería estar formado por alimentos ricos en hidratos de carbono (sustrato energético) como el pan, los cereales de desayuno o las galletas, así como azúcar, miel o mermelada; un moderado aporte proteico y graso (jamón york, serrano, fiambres, mantequilla o margarina...), y una buena dosis de alimentos ricos en calcio (productos lácteos) y en fibra, vitaminas y minerales (frutas o zumos).
Los cereales de desayuno tan habituales en nuestras mesas desde hace unas décadas, se elaboran principalmente a
partir de harinas de trigo, maíz, avena o arroz y se emplean como sustitutos de alimentos anteriormente más típicos de la primera comida del día como el pan o los productos
de bollería.
Hoy en día, tenemos la ventaja de que la industria alimentaria ofrece una gran variedad de estos cereales de desayuno: sencillos, azucarados, con miel, caramelo,
chocolate, leche en polvo o frutos secos..., con notables diferencias nutritivas y principalmente energéticas, entre varios productos.
El principal componente nutritivo de los cereales de desayuno son los glúcidos o hidratos de
carbono, que proceden de las harinas empleadas y de los azúcares simples y otros productos dulces añadidos, como la miel, el caramelo o el chocolate. La proteína
que aportan, en general, es de calidad biológica intermedia, que si se combina con la de los productos lácteos, aumenta notablemente su valor biológico. La
mayoría de sus productos son poco grasos, exceptuando a los que llevan adicionados frutos secos o desecados o chocolate. El contenido en fibra oscila entre 1 y 5
g /100 g de producto, siendo más abundante en aquellos que incluyen granos enteros, salvado o frutos secos (entre 9 y 29 g/100 g).
Por tanto, es el contenido en glúcidos y lípidos los que los hace calóricos, puesto que aportan entre 350 y 480 kilocalorías por cada 100 gramos.
El aporte original de vitaminas y minerales de los cereales es modesto, aunque habitualmente están fortificados con una
gran variedad de vitaminas y minerales diversos (vitaminas B1, B2, B3, B6, folatos, B12, vitamina D, hierro y más recientemente, calcio). De ahí que una ración de 30
gramos de cereales cubre la cuarta parte de la cantidad diaria recomendada (CDR) de estas vitaminas.
El aspecto negativo de estos productos es que para aumentar su sabor y su textura se les suele añadir
sodio y azúcares.